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Mostrando entradas de octubre, 2014

Hermana, Rosamund Lupton

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Cuando terminé de leer Hermana de Rosamund Lupton, lo cerré y lo abracé un ratito. Lo abracé porque no quería soltarlo todavía. Porque a lo largo de sus 464 páginas me conmovió hasta hacerme lagrimear mientras lo leía. No es común que me pase eso. No es habitual que un libro me haga llorar.   Mucho menos un policial. Beatrice es una mujer inglesa que vive en New York y lleva una vida exitosa y estructurada.   Una noche recibe un llamado desde Londres. Es   su madre para decirle que su hermana, Tess, hace cuatro días que está desaparecida. Tess está muerta, y habrá que encontrar a su asesino. Hasta acá, es más de lo mismo: un policial que engancha, una historia más. Lo importante no es lo que se cuenta, dicen. Lo importante es cómo se   cuenta. Y ahí es donde esta novela policial se convierte en un viaje inolvidable. Porque toda la novela es una larga carta. Una carta de 464 páginas. Una carta dirigida a la hermana muerta. Una carta emotiva, poética, con el lenguaj

Problemas de amor

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Tengo problemas de amor. Mejor dicho: tengo problemas con el amor.  El amor romántico como género es un problema para mí, porque no tengo ni la menor idea de qué hacer con eso. Me incomoda escribir sobre el amor. Y me incomoda leer sobre el amor. Todo me parece cursi, trillado e innecesario. No sé cómo escribir palabras de amor que no suenen a novela rosa o a azúcar mezclada con miel. No sé cómo se le saca el rosa a lo rosa. Rosa chicle. Rosa bombón. Rosa pétalo de flor con gota de rocío.  Rosa de lejos o Rosa de cerca. Rosa que sufre y pelea. Rosa que triunfa sobre las dificultadas de un una vida dura y signada por el destino que se empeña en negarle una migaja de felicidad a la pobre... Y sí: siempre me voy al carajo.  ¿Y por qué me estoy metiendo con este asunto del amor? Porque tengo que.  En el taller de guión tengo que hacer un ejercicio con las comedias románticas. Tengo que encontrar todos los lugares comunes y cambiar las circunstancias. Eso ya es un problema: los l

Estás en el aire

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El barrio cambió, ya no lo reconozco. Repleto de negocios que venden cualquier cosa en lugares donde antes había una casa en la que algo pasó, en la que algo nos pasó.  Lleno de rejas donde antes había flores,  de supermercados donde antes había baldíos y, lo peor, lleno de ausencias donde antes había afectos. El barrio cambió, y en su cambio no me reconozco, A pesar de haberme quedado, tengo la sensación de haberme ido sin tener un lugar al que volver. El barrio cambió, ya no lo encuentro. Ya casi no te encuentro. Pero la otra tarde salí  como suelo salir y vivir: atropellada. Pensando en dónde dejé estacionado el auto, en las cuentas a pagar, en el turno con el médico y en otras cosas sin importancia. Revolvía mi cartera enorme que para lo único que me sirve es para perder las llaves, la billetera y el celular y de golpe el aire olió a primavera. Mi cabeza se llenó del perfume de los paraísos y de los jazmines que siguen creciendo por todos lados, y me olvidé de las mil

Duplicidades de lo siniestro: No hay una sola forma de morir, de Jorgelina Etze

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Artículo publicado originalmente en Fin Diario informativo cultural, proyecto conjunto de elaleph.com y Taller de Corte & Corrección   http://fin.elaleph.com/scriptorium/duplicidades-de-lo-siniestro-no-hay-una-sola-forma-de-morir-de-jorgelina-etze por Alejandra Vaca*   “Un cuento siempre cuenta dos historias”, dice Ricardo Piglia en su Tesis sobre el cuento . Julio Cortázar, en sus Clases de literatura , compara al cuento con una esfera, “la forma geométrica más perfecta en el sentido de que está totalmente cerrada en sí misma y cada uno de los infinitos puntos de su superficie son equidistantes del invisible punto central”. Cortázar se refiere también a los conceptos de intensidad y de tensión como elementos constitutivos del cuento. Los relatos que componen No hay una sola forma de morir (Buenos Aires, Pasoborgo, 2013), el primer libro de Jorgelina Etze, cumplen todas estas características: son cuentos compactos, donde nada sobra, donde cada elemento está en función

Primera vez

No sé muy bien cómo es este asunto del blog. No sé si lo correcto es que me presente y cuente un montón de cosas sobre mí que, supongo, no tienen ninguna importancia. Tal vez lo mejor sea dejar que me conozcan por lo que escribo. O por cómo lo escribo. O por lo que cuento. La realidad es que tengo ganas de escribir.  Y escribo, claro. Todo lo que puedo y en todas partes escribo. Cuentos, novelas, anécdotas, artículos, reseñas. Chapuceo poesía (pero solamente para mí) y estoy tratando de aprender a escribir guiones y dramaturgia.  Lo intento todo porque escribir es mi vocación. Y aunque sé que es posible ─probable, mejor dicho─, que nunca logre trabajar de escritora, no puedo dejar de escribir. Porque escribir me hace bien. Me hace feliz. Me calma. Lo intenté. No hace mucho borré casi todo lo que tenía escrito e inédito. Porque no me gustaba. Y punto. Papelera de reciclaje y hasta el último back up.  ¿Talento? No sé si tengo talento. Algunos dicen que sí. Pero eso no me impor