Estás en el aire

El barrio cambió, ya no lo reconozco.
Repleto de negocios que venden cualquier cosa en lugares donde antes había una casa en la que algo pasó, en la que algo nos pasó.  Lleno de rejas donde antes había flores,  de supermercados donde antes había baldíos y, lo peor, lleno de ausencias donde antes había afectos.
El barrio cambió, y en su cambio no me reconozco, A pesar de haberme quedado, tengo la sensación de haberme ido sin tener un lugar al que volver.
El barrio cambió, ya no lo encuentro. Ya casi no te encuentro.
Pero la otra tarde salí  como suelo salir y vivir: atropellada. Pensando en dónde dejé estacionado el auto, en las cuentas a pagar, en el turno con el médico y en otras cosas sin importancia.
Revolvía mi cartera enorme que para lo único que me sirve es para perder las llaves, la billetera y el celular y de golpe el aire olió a primavera.
Mi cabeza se llenó del perfume de los paraísos y de los jazmines que siguen creciendo por todos lados, y me olvidé de las mil cosas que pensaba porque el perfume hizo lo mejor que sabe hacer: ayudarnos a evocar.
Colgada de ese perfume suave viajé al pasado, y en ese pasado estabas vos.
Me vi quince o veinte años atrás, alegre de que los días se alargaran porque tu casa de dos puertas quedaba un poco lejos de la mía y tenía ganas de verte y de caminar. O apurándome, a la nochecita, porque tenía algo muy importante que decirte y te buscaba en el pilar de tu casa frente al club, mientras tu mamá nos retaba para que entremos. Me encontré en tu casa de entrepisos, de placares ordenados y de mates interminables,  porque vos siempre estabas lista para poner la pava. Me acordé de tu casa con rosas en el arco de la entrada, con cercos y clases de inglés. Y de la tuya con pan negro y queso Verónica acompañado de mates con miel.
Recordé  tu casa que era Frías de Adrogué, no de Turdera, donde los domingos a la tarde nos hacíamos confesiones acompañadas de helado de dulce de leche granizado para todas, y de limón para mí.
Y me acordé de mi casa de Mitre. De tantas tardes y tantas noches charlando en el patio lleno de jazmines y flores que caían sobre nosotros. Recordé mi quincho que fue testigo de casi todas las cosas: charlas, risas, bromas, llantos, besos, ilusiones.
Y ahí entendí. 
El barrio, en la superficie, había cambiado. Pero no en lo importante. 
Todos estamos  por aquí, entre los árboles, en el aire…
Solo hace falta que prestemos un poquito de atención para encontrarnos y recordarnos pero, sobre todo, para reconocernos.
 

Comentarios

  1. Me gustó mucho Jorgelina. Los jazmines tienen eso. Su perfume nos revuelve los recuerdos. Coincido plenamente. Seguí subiendo cosas! Te auguro un gran éxito.

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    Respuestas
    1. ¡Gracias, Silvia! Ojalá se genere un intercambio.

      Un beso.

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