Literatura cool

Parece que tirarse flores es cool.
Todos son genios, escritores descollantes, autores inigualables, personas fuera de serie.  Y no digo que no lo sean. Solo digo que tanta exaltación del talento, tanto cariño desbordante,  tanto prodigio de palabras, a mí me suenan un poco impostados. Un poco vacuos. Porque, en realidad, hay mucho cartón pintado, mucha ilusión, mucha masturbación con palabras difíciles. 
¿Dónde está el bombardeo a los sentidos que la literatura debe proponer y producir? ¿Dónde quedaron las historias? ¿Dónde la búsqueda de la excelencia? ¿Dónde el respeto al lector?
Todo queda en leerse, en aplaudirse, en regodearse con la producción propia. Producción que, por otra parte, suele ser mediocre.
Hay exceso de cinismo, de pretensión, de hipocresía, de superficialidad, de elogios baratos.
Y hay carencias literarias. Groseras carencias literarias.
No hay historias ni personajes bien constituidos. Bah, ni personajes hay.  Todo es introspección, todo es…
No sé qué es.
Lo que sí sé es que esa “literatura” a mí me aburre. A veces me lleva a cuestionarme si la equivocada no seré yo.  Porque en mucho de lo que hoy se vende y se promueve, se nota esta literatura de mirarse el ombligo. ¿Será que estoy equivocada?
La literatura, como yo la entiendo, debe generar ganas de leer. Debe mantener con la nariz adentro del libro y el culo en el borde la silla. Debe entusiasmar y lograr que dejar de leer sea imposible. Debe involucrar al lector con los personajes, debe hacer olvidar que se está leyendo.
Pero cuando al leer lo único que deseo es que se termine el tormento, creo que algo no está bien. Cuando en lugar de querer saber qué va a pasar, lo único que quiero es pedirle al autor que me devuelva la plata de su libro, sospecho que definitivamente algo va  muy mal. Y cuando descubro que ese libro intolerable se ganó un premio, ahí digo: yo estoy muy equivocada.
Pero después, empiezo a notar otra cosa. Empiezo a notar que a esos escritores cool, muchas veces solo se  los conoce dentro del ámbito de la literatura y que, a pesar de ser muy conocidos, su obra no lo es tanto.
Y entonces vuelvo a los escritores que me apasionan. A esos que me vuelan la tapa de los sesos. A esos que leo y releo. A esos que me dan miedo o asco. A esos que me obligan a leer sin parar, a los que me hacen reír. O llorar. A esos que me hacen sentir que los libros huelen a comida, a pantano, a flores, a cadáver. A esos que me recuerdan que la literatura es arte. Que el arte conmueve, comunica, empatiza.
Y a esos escritores sí que la gente los conoce. No solo los conoce: los disfruta. Los busca. Los recomienda.
La literatura, para mí, es un acto de comunicación. Y si no comunica, si no se entiende, si no conmueve, no sirve.
Por suerte, también, hay de lo otro. Hay gente que escribe con el alma. Que deja la sangre en sus obras, que se preocupa por lo que quieren transmitir, que logran un trabajo excepcional. Y que lo hacen con una humildad y un respeto dignos de mencionarse.
Si algún día dejo de ser aprendiz, si alguna vez salgo del equipo de los aspirantes, solo espero que nunca nadie piense que soy cool
Lo cool es pasajero.
Yo aspiro a mucho más.

Comentarios

Entradas populares de este blog

FELIZ 2024

Calma chicha

Top Gun Maverick. ¿Quién dijo que las segundas partes no son buenas?