Carta a un virus real
Coronavirus:
Te escribo estas líneas para pedirte que te ubiques.
Hace doce años estoy escribiendo una serie de libros que aún
están ineditos, y ahora que —finalmente— estoy a punto de terminarlos, vos venís y pretendés escupirme el asado.
La verdad es que no es justo que porque a vos se te cantó
surgir de la cruza de un murciélago y una sopa de tiburón, vengas a arruinarme
los planes extinguiendo a la población
mundial antes de que logre publicar mis novelas.
¿Quién te pensás que sos? ¿La peste negra? ¿La
fiebre española? ¡Dejate de joder!
Te ruego un poco de solidaridad y empatía con todos los que
tenemos un sueño y muchas cosas por hacer.
Dejate de hinchar y volvé a tus cosas.
Si querés, date una vueltita dentro de unos años. Para entonces estaremos menos ocupados y, probablemente, tengamos lista una recepción
apropiada para tu desagradable presencia.
Bastante tenemos ya con el dengue, el hambre, los terremotos
, los tsunamis, el cáncer y Donald Trump
como para, encima, tener que andar lidiando con tu mutación caprichosa.
La humanidad está preparada para afrontar un apocalipsis
zombie o el Armagedón. Los alienígenas ancestrales, incluso,
han demostrado que solemos lidiar con ovnis de todo el universo y seguimos tan
campantes. Pero con vos, no. Vos sos harina de otro costal. O corona de otro
continente.
El único vampiro a quien le ha sido entregada la potestad de
aniquilarnos se llama Drácula, que al menos es un Conde. Aunque te
confieso que, a mí, Lestat me cae
especialmente simpático y lo dejaría mordisquearme cuando quiera. Pero el tipo es un mata lobos. Una estrella de rock. ¿Vos qué sos? ¿El hijo impotente de Pikachú?
Cualquier vampiro, murciélago o rata voladora que pretenda aniquilarnos, debe tener ciertas credenciales y portar Hanta Virus o Rabia: estos, al menos, ya son
parte de nuestro elenco estable de virus y pestes de cada día. Vos, en cambio, sos un arribista
que se cree la gran cosa.
Apenas apareciste
hace dos meses y ya amenazás con extinguirnos. Eso solo puede hacerlo la Manaos
uva que, además de radioactiva, es nacional y popular. Pero vos, encima, sos de
factura extranjera.
Si al menos hubieras sido como la mayoría de las cosas chinas
que nos llegan día sí y día también, te romperías al primer uso. ¡Pero, no! Parece que sos resistente y de buena calidad: hasta
en eso resultaste jodido.
Ya nos estaríamos hartando de tu presencia nefasta, coronavirus. Nos das miedo. Nos ponés nerviosos. Nos obligás
a suspender las cosas que nos hacen felices, que nos hacen humanos.
Por tu culpa el deporte, la música y el arte tienen que
esperar. Por tu culpa no podemos reunirnos con amigos. Por tu culpa tenemos que
dejar de ver el mundo.
Y, también por tu culpa, tenemos que escuchar interminables horas y
cifras y opiniones que nos van a terminar matando, sí, pero de un infarto.
Tomátelas: te lo digo bien.
Porque si no te vas, pronto, te vamos a atacar con vacunas y
pastillas y aerosoles, y vas a terminar degradado a la categoría de grano en el
culo.
Pasá sin pena ni gloria, coronavirus.
Volvé al mercado de donde
saliste.
Y dejanos en paz que todavía necesitamos saber dónde guardó
la plata Pablo Escobar, descubrir la
fórmula de la Coca Cola y ver el final de La Casa de Papel.
Atte.
Yo
Comentarios
Publicar un comentario