Abordajes literarios, cuentos del mar: Dura la música

No sé del mar más que lo que observo desde la orilla a la que vuelvo cada vez que puedo, y a un par de ocasiones en las que como turista pude navegar. Pero cuando la oportunidad se presenta, cuando logro acercarme un milímetro a esa vida marinera que en mi fantasía desearía emprender, siento algo que sólo puede ser perfecta dicha. 

La Odisea y sus sirenas, Moby Dick, El corazón de las tinieblas, Juventud y todo Conrad, Salgari, Stevenson y su isla del tesoro, Patrick O`Brian, y el capitán de mar y guerra, La sirena de la niebla de Ray Bradbury,  Hemingway con su viejo y el mar o el océano mar de Alessandro Baricco fueron alimentando un caudal de historias que me fascinan desde que tengo memoria y que me acercan, bastante, a esa vida que hubiera querido tener y que no tuve. 

El mar y los libros para mi son escape. Cuando hay tiempo y plata, voy al mar. Y no importa que llueva o truene: voy igual. Nadar en un mar gris como el plomo mientras el cielo se caía o empecinarme en permanecer en cubierta cuando un rayo cayó muy cerca del barco en el que navegábamos, y disfrutar del estruendo que hizo como quien disfruta un concierto de rock son la prueba viviente de que el mar me tira. Mucho. 

Pero cuando no hay tiempo, o cuando no hay plata, me voy a mi guarida. Cuando el día me molió a palos, cuando la realidad se torna insoportable, cuando lo único que siento es agobio, ahí está mi biblioteca. Ahí están mis libros. Y ahí, entre esos libros, porque ya dije que el mar me puede, porque me movilizan los barcos, porque me intriga y me conmueve la gente de mar, es que siempre estoy buscando leer literatura marinera. 

Y es en esa búsqueda en que me conseguí este maravilloso libro que es Abordajes literarios, Cuentos del mar. Una obra compilada por Juan Bautista Duizeide y editada por Adriana Hidalgo que nadie se debe perder. 

Es que este hermosísimo libro de 520 páginas recoge una variedad de relatos que me dejaron con la boca abierta y, confieso, los ojos empañados. Se trata de una compilación variopinta y exquisita que reúne nombres como Jack London, Julio Verne, Guy de Maupassant, Mary Shelley, Gustave Flaubert, Domingo Faustino Sarmiento, Bram Stoker, Emilia Pardo Bazán, Edgard Allan Poe, Lovecraft, Stevenson, Kafka, Victor Hugo, Ray Bradbury, Patricia Hisghsmith, Bernardo Cordón, Marcelo Carnero, Joseph Conrad, Juan Mattio, Arthur Conan Doyle, Melville y muchos, muchos más. 

Se trata de una colección de textos muy literarios, desconocidos para mí en su gran mayoría, y de una calidad notable en cuanto a contenido y edición.  

El libro está dividido en secciones en las que las obras se agrupan por temas: una sección habla de barcos, otra de puertos, otra de naufragios y así se va organizando el libro, en once secciones que son puro goce para los que disfrutamos al descubrir buenas historias.   

Un párrafo aparte merecen el prólogo de Juan Bautista Duizeide y las introducciones a las distintas secciones.

Son de una belleza, de una cadencia y de un amor por el lenguaje notables. Y confieso que releí estos fragmentos varias veces.  Y que se los leí en voz alta a todos los que pude. 

En la sección VI, que se llama "Llegar", Abordajes literarios reúne cuentos que nos hablan de los puertos. Y en la introducción, hay un par de fragmentos que me emocionaron. Los comparto, porque valen la pena:

"¿Cuál es la meta buscada por las singladuras: el mar mismo o alcanzar alguna orilla? ¿Y qué es la orilla? ¿La eternidad nerviosa del agua que va y viene, o la jactancia de lo que en su fijeza se deshace?". 

"Eran los puertos la respuesta provisoria. Desde siempre lugares peligrosos como es peligroso todo lo que puede ser sublime. Lugares donde las historias de viaje de las olas desafían el laconismo de las rocas. Donde la inmensidad destila el perfume del azar. Donde la distancia le hace promesas a la espera. Donde es posible crearse una patria en el viento, en la marejada, en la bruma, en todo lo que dice adiós". 

Si esto no es poesía, la verdad, no sé qué es. 

En estas historias del mar, nos tropezamos con nuestra propia humanidad. Con eso que nos hace frágiles y fuertes a la vez. 

Y claro, eso lo encontramos en los relatos, pero también en la introducción de la parte IX: Naufragios. 

"...no hay navegante más completo que el sobreviviente de un naufragio". 

Y no, no hay hombre más completo que el sobreviviente de  un naufragio aunque ese naufragio sea metafórico. 

Este libro, de verdad, me hizo volver a  leer con pausa. Degustando eso que en la vorágine de cada día creí haber perdido. Volví a leer deteniéndome en las palabras. En el hechizo que sólo la literatura y el mar saben invocar. Y eso, también, lo dice el libro. 

En la sección VII , llamada "Lenguas de mar", uno se encuentra con esto: 

"Las olas, como las palabras, se van formando, se alzan, rompen, retroceden, se vuelven a formar. Siempre iguales, nunca iguales, olas o palabras resultan indomables".

"Las palabras, como las olas, nunca terminan, siempre están empezando". 

Creo que este libro, al que desde ya recomiendo con puro fervor, tampoco termina y siempre está empezando. Sé que voy a volver a él una y otra vez. 

Y para describir el efecto que dejó en mí, voy a recurrir a otro fragmento:

"La ola ya rompió, dura la música".  

Dura la música, se los aseguro. 

No se lo pierdan.  



   



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