Adelanto Halcones 3

 A pedido del público, van algunos fragmentos de Halcones 3 (título en veremos) en los que intentaré no spoilear. Probablemente necesiten ajustes pero, así verdes como están, espero que los dejen con ganas de más.

Como siempre, la foto se la robé a Black Sails porque no da el presupuesto para producción original. 😉
"Un bulto se movió en el rincón más oscuro y solitario de la prisión de Norwich, y dos ratas que husmeaban por ahí corrieron a esconderse en la esquina opuesta del calabozo.
Emily Spencer no sabía si era de día o de noche. Y no es que en ese agujero olvidado de la mano de Dios fuera sencillo ubicarse en tiempo y espacio, pero un haz de luz que se filtraba desde un ventanuco del corredor, y que atravesaba los barrotes de la celda, ayudaba a diferenciar las horas. Fue por eso que Emily intentó abrir los ojos. No pudo. Apenas logró despegar el párpado superior izquierdo, pero el pus que supuraba del ojo le impidió abrirlo más. Con el derecho, ni siquiera intentó. Aunque no podía comprobarlo, imaginó que en el sitio donde antes había un iris azul, hoy sólo quedaba una esfera tan gris como inútil.
Si alguien la hubiera visto, no la habría reconocido: los ojos hinchados y violetas, la nariz torcida en un ángulo improbable y la boca cortada en varios sitios ocultaban —o habían robado para siempre— las facciones de Emily.
Un chillido la asustó pero, al intentar moverse, el pinchazo volvió a dejarla sin aire. Sus años en el mar y la cantidad de combates de los que formó parte le habían enseñado una o dos cosas sobre heridas y huesos rotos, y por eso sabía que al menos tenía tres costillas fracturadas. Moverse era una odisea, así que desistió. Enseguida comprendió que el sonido que oyó provenía de una de las ratas: sus únicas compañeras en aquel infierno en el que se había metido por propia voluntad cuando creyó que, de ese modo, hallaría a su padre. Como una tonta había creído que cuando James supiera que la habían apresado, aparecería en toda su vieja gloria y la sacaría de allí.
Pero en lugar de encontrar a James, Emily se cruzó con Rachel.
Desde el primer día, y sin piedad, Rachel se dedicó a lastimarla. La mantuvo sin alimentos y sin agua el tiempo justo para dejarla débil pero viva Con un látigo la azotó hasta dejarla hecha un despojo. La pinchó, la cortó, la pateó. La torturó física y mentalmente.
La quebró.
Emily vivía en un sopor constante, y cada día se desconectaba más de la realidad. No sabía cuánto tiempo llevaba encerrada en ese túmulo: podían haber pasado pocos días o varios meses. Lo único que le indicaba que un día nuevo había llegado era el bendito rayo que se filtraba desde el ventanuco y que ahora no podía ver. Además, como en Londres el clima era una mierda, y como se la pasaba durmiendo, Emily sospechaba que la cuenta que en algún momento había intentado llevar ya no tenía sentido.
Pero el pinchazo que le causó su costilla fracturada la sacó del sopor en el que derivaba y la puso en alerta. Notó que le ardía la garganta: una de las tantas consecuencias de los hedores ácidos que emanaba la letrina de la celda. Con la nariz tan hinchada, Emily no tenía más remedio que respirar por la boca.
Con dificultad, estiró la mano derecha. Entre la mugre de la uñas, la hinchazón del meñique fracturado y las heridas que los grilletes le habían dejado en la muñeca, tuvo la sensación de estar observando la mano de alguien más. Pero el dolor que le causó agarrar el jarro que aún contenía un poco de agua la convenció de que esa mano no era de nadie más que de ella.
El movimiento que hizo para beber abrió las cortadas que tenía en los labios. Así, el agua caliente y mugrienta del jarro aliviaba su sed mientras escocía en las heridas que se abrieron y volvieron a sangrar.
El dolor de sus manos era tan intenso que le provocó espasmos, fue por eso que el jarro resbaló, y el agua que contenía se filtró entre las hendijas de las piedras frías y húmedas del piso.
En otro momento Emily hubiera gritado o maldecido, pero ya no.
Sabía que pasarían varios días antes de que alguien se dignara a traerle agua y comida, si es que a ese engrudo y a ese mendrugo mohoso podía llamárselo comida, claro. Pero ahora no le importaba. Tal vez, finalmente, la dejaran morir. Porque eso es lo único que Emily deseaba: terminar con esa charada y morirse de una puta vez".
"Hacía cerca de un año que Ian no la veía. Desde la fatídica tarde en que ella había hallado la carta y huido a medio vestir, él imaginó de mil formas el reencuentro y, en cada una de ellas, Emily le arrojaba algo por la cabeza. Por eso, verla como la vio, lo hizo injuriar al cielo.
Lo único que pudo reconocer fue el cabello largo y castaño que, desparramado sobre la almohada blanquísima, se extendía como los tentáculos de una medusa. Fuera de eso, nada parecía bien.
La piel de Emily, que durante años el sol bruñó como al bronce, se pegaba, gris, a los pómulos demasiado prominentes. El ojo que no se escondía debajo del vendaje desaparecía entre los moretones violetas. Y la boca, esa boca carnosa y malhablada que él había besado en tantas ocasiones, lucía reseca, tirante y pálida".
"—¿Crees que debemos ir a ver a Reed? —preguntó Huesos que, sentado sobre una caja, con una navaja se sacaba la mugre acumulada debajo de las uñas.
—De eso se está ocupando, Maeda —dijo Carter, y le dio una profunda calada a su pipa—. No compliquemos las cosas.
—¿Y si lo atraparon también?
—Polie nos hubiera avisado, ¿no?
—Si no la atraparon también, sí.
—Nadie atrapará a esa pequeña. Es más escurridiza que un atún.
Huesos asintió. Entonces oyeron que la alguien forcejeaba con la puerta. Un minuto después, Ian entró al almacén.
—¿Cómo está ella? —preguntó Carter, y se puso de pie.
Huesos también se paró.
—No está bien —dijo Ian.
—Rayos —dijo Carter—. ¿Qué podemos hacer, almirante? Vamos a enloquecer encerrados aquí.
—Necesito mostrarles algo. —Ian sacó la carta del bolsillo y la dejó sobre la mesa. Luego colgó su chaqueta en un gancho y fue por el whisky. Se sirvió una medida más que generosa y se lo bebió de un trago.
—¿Qué es esto? —preguntó Carter, y sacó la carta del sobre mientras Huesos se paraba detrás de él.
—La razón por la que voy a servirme whisky otra vez".
Pequeños fragmentos que develan problemas. Estoy trabajando. Pronto habrá novedades.
Gracias por preguntar, por insistir. Terminar este libro me está costando porque, supongo, no quiero despedirme. Pero estoy en eso. Espero que el final de mi trilogía esté a la altura del cariño que ustedes me demuestran a mí y a mis queridísimos personajes.
El teclado volvió a arder. Tengan un cachito más de paciencia.



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